Orden de la historia

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sábado, 8 de mayo de 2010

Victor: capitulo 3

Sonó el despertador como de costumbre, pero afortunadamente hoy no trabajaba.

Me levanté y hasta que no paso un rato, no me di cuenta de lo sucedido… Sabariego había muerto.

Tras esto me di cuenta de la cantidad de cosas que tendría que hacer en aquel día. Pero era temprano y saldría a pasear un rato por la playa, hacia tiempo que no lo hacia.

Chano no estaba en casa, seguramente ni siquiera hubiera dormido en su cama esta noche…este Chano tenia que madurar algún día…

De camino a la playa de San Diego, compre un perrito caliente y una cola en un puesto ambulante. Si, lo se desayunar eso no debía ser muy sano pero tampoco lo era no ser muy feliz..no?

La playa estaba preciosa como aquel Sábado que vi aquella extraña figura en la ventana del caserón de los antiguos terratenientes de La Rosa. El cielo estaba despejado, y la brisa era suave, agradable y movía mis cabellos acariciándolos… esto hacia que mi alma respirara.

Me descalcé las deportivas y sentí los granitos de la arena por mis pies, dándome ese masaje cosquilleante… Anduve por la orilla largo rato, a cada paso que daba el caserón se veía mas cerca y me invitaba a seguir avanzando… por lo que no me di cuenta de la figura que se apoyaba la espalda en una roca cercana.

‒ ei, Dani…¿Qué haces tu aquí? ‒ le dije a esa figura, era mi hermanó acurrucado en la roca. Me acerque aun mas y vi que estaba llorando.

‒ E… ¿Qué te pasa Dani? ‒ le pregunte sabiendo la respuesta, debía haberle afectado lo de Sabariego

‒ Vito… Martín ya no esta ‒ me quede sorprendido…mientras el alza la mirada hacia mi.
Martín era su perro, un perro que mama nos había regalado antes de aquello. Un estupendo labrador muy fiel y cariñoso, lo tenia en gran aprecio.

‒ ¿Sabes lo que le ha pasado a papa? ‒ odiaba tener que llamarlo así, pero Dani siempre lo había querido mucho…

‒ Si...‒ me respondió con su suave voz infantil ‒ el tito Agus me lo contó ‒ pero no importa por que mama se pondrá contenta. Y yo te tengo a ti…

Odie escuchar esas palabras, deteste mas que nunca que lo llamara papa, que pensara que estaban todos felices allí donde el llamaba cielo…

Pero me agache y lo abracé.

‒ ¿ que le pasa a Martín? ‒ le dije recordando sus primeras palabras.

‒ Ella… lo mato Vito, ella lo mato, tu me crees verdad, vito?? ‒ me dijo mirándome con ojos llorosos y amarrándome del brazo en gesto de desesperación. ‒ Agus dice que es parte del sock pero yo lo vi. Vito… yo lo vi… y me gusto verlo, eso es malo Victo?? Iré al infierno??? ‒ dijo desesperado.

Me quede atónito con sus palabras. ¿Que le había pasado a Martín? Quien era ella? ¿Que estaba hablando mi pobre hermano, seguramente traumatizado?

Viendo que seguía con es mirada desorbitada y con dos lagrimas cayéndole por las mejilla, le acaricie el rostro y le dije para aliviarlo un poco…

‒ Te serenas y te invito a un helado? ‒ me miro con mas calma y asintió.

Mientras caminábamos hacia el puesto de los helados en el paseo, empecé a interrogarle…

‒ que ha pasado Dani?

‒ Estaba el Domingo con Agus por la noche en la playa justo donde me has encontrado, Vito… el tito me estaba enseñando unas cosas de los gusanos de su caña… y Martín empezo a volverse loco, no paraba de ladrar y Agus se estaba enfadando comigo…‒ se quedo callado y me cogió la mano.

‒ Que pasa? No me cuentas mas? ‒ le dije un tanto intrigado

‒ No…

‒¿ por que ¿

‒ No me vas a creer… Agus dijo que no contara mentiras Vito.. pero no son mentiras, me regañara si se entera de lo que te
he contado…

‒ Dani… ‒ me paré y me agache para estar a su altura ‒ yo siempre te voy a creer y si dices es cierto yo te creo vale? No le diremos nada al tío Agus si no quieres…

‒ Fue como una sombra, primero creí, que se trataba de un lobo pero ya sabes lo que Agus siempre me dice que no hay lobos en la playa… pero algo ataco a Martín, luego lo vi bien Vito.. me miraba a mi… mientras chupaba a Martín y yo no pude hacer nada.. me quede quieto mirándola… y me gusto mirarla. Ella era muy guapa, casi tanto como mama…
Me quede atónito de nuevo. ¿Ella?

‒ Me dices que una mujer se bebió a Martín? ‒ le pregunte un poco contrariado

‒ Sabia que no me creerías, lo sabia¡¡¡¡ ‒ me grito

‒ Te creo Dani, que paso después?

‒ no lo se muy bien, me quede mirando unos ojos morados y luego ya no hay mas…

‒ ya no hay mas??

‒ Agus me dijo que me desmaye, solo recuerdo ya estar en mi dormitorio..

‒ Entonces una mujer de ojos violetas que ataco a Martín mientras te miraba con ojos morados hizo que te desmayaras?? –
le dije un poco incrédulo, mi hermano no me mentía nunca, pero aquello era difícil de creer… o no?

‒ Eres un mentiroso..Dijiste que me creerías¡¡¡¡¡¡ Mentiroso¡¡¡¡ ‒ y gritándome esto, se fue corriendo y llorando por la playa hasta desaparecer me mi vista.. Trate de detenerlo pero quizás era mejor así…

Seguí caminado yo solo hacia la heladería… pensando, divagando…

Mi pueblo era pequeño, nunca pasaban cosas así, la muerte de Sabariego, la figura en la ventana de los De la Rosa, mi hermano diciendo que le habían asesinado a su perro…

Estaba pasando cosas muy extrañas y todas tenían relación comigo… aunque tampoco había mucha gente mas en el lugar... Pero esto por interesado que fuera, me excitaba , me provocaba morbo y curiosidad…quería saber mas.. Quería saber quien era la persona de la ventana, por que se había suicidado Sabariego y si mi hermano estaba empezando a desvariar…

Bueno, no tenia mucho tiempo la mañana terminaría pronto y tenía papeleo que hacer.

Hable con la policía para el tema del cuerpo y demás parafernalia, me contó que se había cortado las venas con una navaja en la biblioteca nada mas amanecer… en su propio lugar de trabajo, en el cuarto de baño de uso publico, que tenia los ojos abiertos y desorbitados y que su facciones eran aterradoras…

Luego a la funeraria, tenían que tenerlo todo preparado para mañana, la broma me saldría cara, valla con el viejo, se podía a ver hecho un seguro de vida si pensaba suicidarse, lo vi, tan egoísta por su parte….

Me llamo Chano para ir de cervezas al móvil, era la hora de comer pero yo seguía con mis pensamientos.

Esta noche iría a la biblioteca, a lo mejor me gustaba y me quedaba allí dejando el apestoso taller en el que trabajaba para se mi propio jefe…no pintaba mal…

Sabariego no había dejado mas que aquella herencia y unos pocos ahorros que guardaría para mi hermano cuando creciera, estudiara y no hubiera que trabajar en un taller ni en una insignificante biblioteca.

Llegué a casa y Chano estaba esperando sentado en el sofá mirando la televisión.

‒ Unas cervezas? Te dije que te invitaba…

‒ Valla tío… tu siempre igual, verdad? ‒ y le sonreí por la bienvenida.

Cogi unas cervezas del frigorífico y le di a una a Chano y abrí otra para mi, sentándome con el en el sofá. Encendí un cigarrillo.

‒ Sabes Chano… están pasando cosas ‒ le dije un tanto pensativo mientras bebía un sorbo de mi cerveza.

‒ Pasando cosas? A que te refieres… bueno ya se lo de tu padre.

‒ El sábado vi a alguien en la casa de los de La Rosa, ya sabes la casa del acantilado…

‒ ¿un fantasmas? ‒ dijo en tono burlón.

Le di un codazo y reímos…

‒ No, era una persona de carne y hueso… tenia el cabello rubio y vestía de oscuro …fue solo lo que pude ver.. Que crees?

‒ pues a parte de que te estés volviendo majara…

‒ Chano…

‒ ok , ok vas en serio , no es cierto? ‒ me dijo dejando la broma a un lado. Yo asentí ‒ ya veo… pues es extraño..si, acaso quieres que vallamos y nos colemos dentro como hacíamos cuando éramos niños…??

Solté una carcajada, recuerdo que Chano y yo nos divertíamos mucho por aquella zona, jugábamos a piratas, a saqueadores y aventureros…

‒ Allanamiento de morada… ‒ le recordé recobrando la compostura

‒ valla, no nos quedara mas remedio que utilizas nuestras gafas de rayos o nuestro satélite para ver quien se esconde dentro…
Chano siempre se tomaba estas cosas a risa, nunca me tomaba en serio, pero tampoco me molesto nunca… el era si.

‒ Bueno.. Veo que no tienes remedio ‒ le dije ‒ pero cambiando de tema… sabes que mi perro, bueno el perro de mi hermano se ha muerto?

‒ Pobre chucho, ya era viejo…

Seguimos bebiendo y fumando, cambiando de tema continuamente, riendo y empezando a decir tonterías. Hablamos de tías, de deporte, de fiestas pasadas…pero el caso es que mi perro no había muerto, lo habían matado y en el fondo por mucho que mi razón me dijese lo contrario yo creía a mi hermano.

El tiempo pasaba rápido con el, su cabello rubio corto y sus ojos verdes le hacia un autentico casanova, las tenia a todas locas… no era de extrañar que no parara mucho en casa. Así que después de un par de cervezas mas se fue.

Me quede un rato solo en la casa, comí algo y me decidí pasarme por la biblioteca. Rebusque en un cajón las llaves, Sabariego me dejo una copia por eso del ‘por si acaso’ y no recordaba muy bien donde las tenia. Pensé que seguramente estaría cerrada, no solo por la defunción, si no por que ya era tarde, rondaban las 8 de a noche y estaba a punto de anochecer.
Fui dando un paseo, en este pueblo nada quedaba muy lejos.

Ariadnne CAP 2

La oscuridad era absoluta en la habitación cuando abrí los ojos. ¿Cuánto tiempo habría estado inconsciente en aquella esquina? No importaba mucho, estaba bien dormir, perder la consciencia o como en mi lugar fuera aquel especie de sopor.

El latido de Fredich me había despertado, se había acercado a escuchar a la puerta si yo seguía ahí y al comprobarlo se había alejado rápidamente alguna parte mas alejada del caserón, no tenía mucha nitidez ahora su presencia. La intuición le habría advertido del peligro que corría cerca de allí, pues estaba sedienta.

Mi ser clamaba sustento, apenas podía moverme con soltura pero me levántate pesadamente y cambie el chándal que llevaba por un vestido oscuro holgado y sedoso.
Era la hora de comer.

Salí del caserón por la ventana del cuarto no quería encontradme con Fedrich y me deslice hacia abajo por la fachada y luego por el acantilado como reptil en la noche sujetándome en los salientes húmedos y resbaladizos de las rocas.
No me llevó mucho tiempo llegar hasta la oscura playa. Mis pies tocaron el agua helada de la orilla. La luna era creciente aquella noche, no había muchas estrellas iluminando la inmensidad nocturna y el océano parecía una masa oscura de reflejos del cielo en movimiento siguiendo sus ondas.
La brisa era adorable en el rostro y cerré los ojos tratando de atrapar el momento pero la impaciencia de mi naturaleza acababa por matarla bramando por dolor.

Podía sentir la presencia humana no muy lejos de mi posición. La sed rugió y conducida por ella, seguí inconsciente el sonido de los tres latidos que parecían llamarme a gritos, aunque no fueran más preciados que los de otros de sus semejantes.

Arrastraba los pies por la arena en línea recta hacia mis presas sin reparo alguno en mi forma autómata, al fin y al cabo siempre había sido a si. Y en la orilla de la playa ya no muy lejanos a mi pude ver a un hombre que sentado en una improvisada silla en la orilla que pescaba con caña y hablaba en susurros al pequeño que tenia al lado junto a una pequeña hoguera con los ojos muy abierto escuchando al pescador…

Sentía sus latido casi pegado a los míos y deseaba que estuvieran ya muy dentro de mi, casi los podía sentir al unísono con los míos…y la sed clamaba por destruir alguna vida sin importar cual fuera. No pensaba demasiado ella, en la vida, lo hacia por mi.

Me oculte detrás de un pedrusco considerable justo detrás de ellos y lo escale sigilosa y liviana hasta estar en una posición elevada.
Contemple unos minutos desde arriba la imagen, el chico parecía ensimismado escuchando aquel hombre, los ojos marrones oscuros le brillaban al compás de las llamas de la hoguera, podía a ver sido enternecedor en otras circunstancias.
Recordaba bien la escena, el pequeño de no mas de ocho años, hermoso con su pelo corto marron alborotado y sus pequeñas manitas, tan frágiles, haciendo gesto de impaciencia… Mis musculos se tensaron y mi boca se desencajaba por dentro ansiosa por penetrar en aquel dulce cuello, podía notar mis colmillos ya incipientes en la oscuridad, deseosos e impasibles.
Pero un latido que había pasado casi inadvertido por mi ciega sed maldita se acerco hacia ellos corriendo ladrando hacia mi. Un perro labrador, se habia colocado entre mi presa y yo.

‒ Calla a ese chucho Dani, espantara la pesca

‒ ¿Qué pasa Martín, por que ladras?

El chico se volvió hacia en rabioso perro acariciándolo que no paraba de dirigirse con sus ladridos amenazantes a mi. Emití un gruñido casi involuntariamente como respuesta al sucio can alertando con esto al muchacho de mi presencia.

‒ Agus… ‒ el chico retrocedió unos pasos tembloroso sin volver la vista, clavando sus ojos en la roca como tratando de ver a través de ella que habia provocado aquel gruñido ‒ creo que hay algo detrás de la roca…‒ dijo con suave hilo de voz entrecortado.

El hombre no parecio sorprenderse.

‒ Deja ya tus juegos Dani, te traje para que aprendieras algo de provecho y no fueras como tu padre… y calla ya a ese chucho.

Del peso que soportaba la roca unas piedrecillas rodaron hacia la arena.
El perro se aproximo y se tenso para atacar abriendo sus fauces amenazantes. Caí sobre él rápida, silenciosamente como una sombra sobre el animal que apenas se percato de la acción. Y casi involuntariamente y mas como una naturaleza defensiva que como capricho de dieta vampiresa, clave mis colmillos deseosos de sangre en le cuello de la débil aunque valerosa bestia. El contacto de su sangre en mi boca...
El chico se quedo paralizado, nunca había cesado de mirar en mi dirección y yo lo miraba directamente a los ojos mientras la sangre de su mascota recorría mi garganta como aceite balsámico que reparaba las heridas de las rasgaduras de mi sed. El tum tum de animal aminoraba en su cuerpo mientras que yo lo hacia latir mas intensamente en mi interior hasta que el cuerpo se le seco. El chico y yo nos mirábamos a los ojos pero yo no pensaba…

Deje caer el cuerpo inerte del animal en la arena y me quede mirando al chico un momento más mientras que me incorporaba del suelo de la matanza.
Estaba en estado de shock, no podía apartar los ojos de mi, no había expresión en su cara. Pero solo fue un momentáneo ya que ese brillo desapareció y entonces también lo hice yo de su vista.

Camine hacia el lado opuesto en dirección hacia otras el acantilado. No volví a mirara la hecho del perro muerto y desangrado al lado de la roca y al chico mirando el lugar vacío que había ocupado yo antes, con su padre absorto en su tarea sin percatarse de lo ocurrido. Pero sentí como se desmayo y se callo de bruces en la arena de la playa.

El hombre no se había inmutado y seguramente solo agradecía en su interior que los ruido del perro se hubieran apagado por lo que se dio la vuelta para ver la causa del silencio inmaculado. Yo ya caminaba lo suficiente lejos para no ser vista. No quería una escena de pánico más en mi mente.

‒ ¡Daniel¡ ‒ oí como gritaba el hombre confuso y despavorido.

Trato de depespertalo y lloro, el silencio ahora había sido roto por el hombre. Que cruel por su parte romper semejante momento de mi tranquilidad y sosiego
Yo me aleje pues no me agradaba la patética imagen que hubiera visto detrás de mi. Ya estaba mucho mejor aunque no completa claro. Un perro, era como comer una sopa de pan a un cordero asado y además te dejaba una especie de extraño sabor amargo en la boca. Pero poco me importo a mi cuando la sed desesperaba por cualquier tipo de calor.

Mientras caminaba sin mucho interés en dirigirme a ningún lado, recordé la mirada del chico, Dani, así fue como el hombre lo llamo… Ninguna expresión lo cual no era muy habitual. El horror o la repugnacion eran las respuestas más propios de cualquier predecible humano… incluso la fascinación de algunos locos por la muerte.

Pero quedarse sin expresión alguna… no era muy habitual. Pequeñas sorpresas a veces me encontraban en los mortales, pero… tan pequeñas.

Camine un rato mas por la arena y me descalce para sentir los granitos de esta bailando bajo mis pies, con el suave cosquilleo. Las sensaciones de la vida podían ser placenteras pero siempre eran las mismas… el pasar de los años había asesinado todo arrebato de curiosidad, de frescura, de ansias de vivir, de mi otra vida, de mi verdadera vida.

Sin saber por que me dirigí hacia mi caserón de nuevo.

Nunca tenia demasiadas ganas de nada y este era uno de eso días en que esa sensación se multiplicaba por dos. Que abatimiento sin sentido podía sentir a veces, sin solución aparente… o al menos yo no la encontraba.

No lograba entender a los otros, como solía llamarlos en mi fuero interno, mis semejantes eran tan diferentes y amaban y odiaban tanto que era estùpido sentir de aquella forma.

Nunca me gustaron demasiado por que ni siquiera yo me gustaba mucho.

Subí como lo haría cualquier humano por el pequeño camino empedrado hacia lo alto del acantilado hasta toparme con el otro camino hacia la puerta del caserón.

Entre y subí a mi cuarto para cambiar mi vestimenta nuevamente. Cuando me mire en el espejo los ojos se habían tornado de un violeta apagado a causa de la todavía sed no saciada por completo. Un vestido colorido e informal junto con unas sandalias. Al volver a dirigirme al jardín pase por los dormitorios del servicio. Se oía a Fedrich y su respiración pausada y relajada en su profundo sueño, una muestra más de la confianza en mi depositada la cual nunca había entendido.

Salí al jardín y me subía al coche rojo aparcado justo donde lo había dejado la ultima vez a la salida de la puerta de madera principal.
Me recogí el pelo que se había soltado a causa del descuido y arranque el coche hacia el pueblo.

Debía continuar mi tarea, este lugar aunque bello indudablemente me hacia sentir desolación incomprendida. No quedaba más de un par de horas para el amanecer pero en casa me aturdiría a mi misma. Debía siempre tener la mete ocupada, notaba los desvaríos que me producía el cansancio y el aburrimiento, la monotuidad…

Profunda era la noche cuando estaba en la puerta de la ‘CASA CULTURAL

Salí del coche y empuje la puerta con facilidad, como el señor Sabariego prometió no la dejaría cerrada por mi causa. El gesto pudiendo ser de agradecer me pareció repulsivo, tanta falsedad alrededor de él me causaba nauseas como otras tantas cosas y situación de la continuidad de los mortales.

No había nadie en la biblioteca como era de suponer, a estas horas de la madrugada. Baje con una repentina sensación de alivio a lo que mas parecía una prisión subterránea que lo que el bibliotecario llamo como zona de ciencias ocultas. Este pensamiento hizo amago en mi rostro de una sonrisa. Me parecía de lo mas ridículo aquel hombre.

Así baje las escaleras hasta la ‘’catacumba’’ y me senté en aquel despacho provisional con una pila de libros que el día anterior me había dejado sin acabar.

La tarea continuaba. Era al menos esta actividad, mas entretenida que pasear durante la eternidad valle colinas ríos montañas y costas…

Encendía la lámpara de aceite en a la derecha de la mesa, por simple costumbre pues mis ojos no necesitaban de tanta luz para ver, un atizo del reflejo de la luna era suficiente para ve con la claridad que lo hacia cuando en mi existencia verdadera, en la que era persona podía ver con un radiante solo en medio de un cielo azul despejado.

Me enfrasque en mis libros. Pase las paginas carcomidas, descuajé sin querer las tapas de otros tantos. Me encontré con un ejemplar de Romeo y Julieta. Como podía encontrarse un libro a si aquí abajo, aquel estùpido ¿Como podía confundir una obra de Shakespeare con algo fantástico místico, mítico, paranormal? Me sentía un tanto contrariada pero aquel popular libro me hizo recordar a Alicia.

La más romántica de las personas que nunca conocí. Le encantaba aquella historia, a veces soñaba despierta con el Romeo que nunca llego. Pobre desgraciada pensé para mi misma entonces. Pero como la envidiaba ahora.

Alicia y yo, nos conocimos en una de las interminables fiestas que sin oportunaza ninguna se celebraban a cada poco en alguna residencia de de algún aristócrata con un extra de beneficios por ese tiempo.

Recuerdo cuando la vi por primera vez. La imagen me pareció mas un cuadro que un escena mas de la realidad.

Sentada en un banco de piedra con un fondo de fiesta y jardines decorados para la ocasión, miraba absorta sus zapatos mientras los fuegos artificiales y el manto de la noche hacían presencia. Llevaba un vestido de blanco muy vaporoso con el que no creí que se sintiera muy cómoda, un recogido alto de su melena castaña, varios mechones colgaban por su delicado rostro, una mirada perdida a juego con sus cabellos y una pequeña nariz puntiaguda. Parecía absorta en sus zapatos y no parecía percatarse de mi llegada, pues me había estado aproximando a ella en medio de toda ese gentío que no parecía darse cuanta de su presencia.

Era de mi edad y yo estaba también un poco sola, mis padres parloteaban con el resto de los invitados de la fiesta y estos en especial no eran de mi agrado, nueva nobleza. Así que no dude en sentarme a su lado y presentarme. En un principio pareció confusa por mi llegada. Recuerdo nítidamente nuestras primeras palabras.

‒ No te veo muy complacida con la gran fiesta del Marques .

‒Oh¡ ‒ me miro sobresaltada y con expectación. La había sacado de sus pensamientos.

‒ si … es estupenda, ya sabes.

‒ Me llamo Ariadnne de la Cinstese, espero no haberte molestado…

‒ Alicia Monterrey aun…‒ dijo casi en un susurro, casi como si no quisiera ser escuchada. No era de la nobleza y me extrañaba su presencia allí aunque su atuendo era de los mas sofisticado ‒ en verdad es mi fiesta de compromiso. ‒ y volvió la vista abajo, con una tristeza que no logre comprender.

‒ Eres la prometida del Marques, debí haberlo intuido. ‒ trate de sacarle alguna sonrisa ‒ ni un rey se podría resistir a una niña como tu ‒ y le sonreír esperando verla a ella hacer lo mismo. Pero nada, seguía con su mirada fija en sus zapatos rojos.

‒ Desacuerdo, no es mi mejor fiesta tampoco… ‒ y me senté a su lado, mirando al suelo como ella también lo había hecho.


Solía entablar amistad fácilmente, pero también era muy apática por lo que se me pegaban rápidamente los estados de animo de la gente, por eso quizás la percepción de los sentimiento ajenos que tengo ahora.

De repente alzo la vista y me miro fijamente a los ojos con una sonrisa perfecta dibujando su rostro, unos dientes inmaculadamente blancos bordeados por unos labios finos y rosados que le daban un aspecto angelical.

‒ Valla Ariadnne, eres la primera persona que se me acerca en toda la noche y mira mi respuesta… soy vergonzosa y este no es mi mundo ‒ dijo sin dejar de sonreír, como riéndose de si misma. Era una gran virtud en ella tener esa capacidad.

Pero rápidamente empezamos ha charlar y a reír y en unos minutos no parecíamos dos niñas sosas y aburridas en medio de una fiesta, si no do señoritas de muy buen ver, desenvueltas entre risas y jaleos de los jóvenes que se nos pretendía en aquella trama.

La noche corría rápido ante Alicia, era muy ingeniosa y divertida. Las dos reímos largo rato. Entrando y saliendo de la fiesta, en un vaivén de danzas licores luces y sonrisas.

Se palpaba en el ambiente nuestra presencia. Cada uno de nuestros pasos era seguido por algún descarado del que nos reíamos o jugábamos al engaño. Denotábamos y llamábamos la atención, los hombres se rendía a nuestras mirada y los mas mayores reían nuestras gracias y nuestras travesuras.

La noche paso rápido y las risas y luces se fueron apagando. Mi madre conocedora de los modales y de la cortesía decido cuando nos marchábamos.

‒ Ariadnne ‒ Dijo un solo un tono mas alto cuando me vio entre la multitud ‒ el coche nos espera y tu padre esta ansioso.

‒ Madre ‒ Me levante dirigiéndome a ella ‒ quiero presentarte a Alicia de Monterrey y próxima la Marquesa de Castelar
Alicia se levantó y saludo a mi madre con cortesía.

‒ Un encanto de chiquilla ‒ le dijo con una afectuosa sonrisa. Le había agradado Alicia, obviamente y no sonrío de la forma que lo hubiera hecho en caso de una necesidad.

Mi madre la invito a pasar unos días a Paris antes de su enlace

Desde aquel día, Alicia y yo fuimos inseparables, la risas inundaban el lugar donde estuviéramos y me hacia sentir el calor y la dulzura que hoy me produce la sangre por mis venas. Fue estupendo cuando estuvimos en mi residencia formal de Paris. Ella se convirtió en mi hermana, en mi confidente, en mi amiga, en mi compañera y en mi luz.

Tirè el libro al suelo con furia y me llevé las manos a la cabeza… Mi querida Alicia.

Estaba amaneciendo, era algo que sentía en mi interior, como una especie de aviso, que me decía que debía marcharme pero no pensaba hacerlo, me quede allí toda la mañana. El bibliotecario vino un par de veces sorprendido por ver como pasaba las horas muertas entre los libros sin descanso, molestándome con rutinas mortales.

A media tarde, empezaba a encontrar libros más interesantes, mas enfocados a mis preguntas… pero estos no trataban sobre fantasmas, vampiros y moustros… hablaban de la filosofía humana, de cómo se conocía al hombre por medio del hombre.

Los otros nunca escriben libros de este tipo, nunca reflexionan por escrito sus pensamientos como estos locos mortales enamorados de la ciencia del saber…

Quizás no sea tan diferente para ellos que para nosotros, quizás es también aplicable a nuestra raza… al fin y al cabo una vez fui como ellos.

Este tipo de pensamientos rondaban mi cabeza, notaba como me empezaba a dar un ataque de el tipo que me dio en la cena…Solía pasarme cuando recordaba demasiado y es que este pueblo tenía ese poder de hacerme enloquecer, no…no quería caer en eso.

Debería acabar ya con esto... debería acabar con este mi sufrimiento, es tan fácil y tentador…

Y realmente era fácil, solo tenía que pedirle el gran favor a Fedrich… No seria difícil de convencer bajo amenaza…

Pero algo me decía que no que esperara un poco mas, que no tardaría en encontrar algo que me llenase por completo que acabara con esta locura del cansancio de mi existencia que terminara con el sufrimiento de mi existir...

Intente calmarme y seguí hojeando libros y libros pero la cabeza la tenia puesta en Alicia, como la echaba de menos… como la extrañaba.

Volvía recordar su sonrisa y su locuras. Pero me entristeció el destino que le habían marcado…

El día antes de su enlace con el Marques, me la encontré llorando en el jardín, corrí a ver que le pasaba, estaba sustada nunca la había visto llorar y ese día era un dia para celebrar la noche anterior había sido mi fiesta de compromiso, me casaba en una semana y ella mañana, en Paris, como ella deseaba, no entendí su llanto..

‒ Que ocurre Alicia? Por que lloras? ‒ y la abrace sin pensarlo.

Ella me acaricio la cabeza y me miro afligida…

‒ Me caso Ariadnne, me caso y… no le quiero, no le deseo, me repugna Anne…‒ me sorprendieron sus palabras y me quede atónita, el Marques era un gran hombre.

‒ Es un gran Señor Alice, no es muy apuesto, pero es de gran corazón, eso no lo niega nadie..

‒ tu eres afortunada pues el amor lo encontraste en tu futuro esposo, el te agrada… y me miro una tanto resentida

Se callo durante un tiempo y me miro a los ojos, volviendo a llorar…

‒ yo ya estoy condenada al amor, me llego el otoño pasado, él era un joven sirviente del Marques… yo le amo.. le amaba

‒ Mi pobre Alicia, por que no me lo has contado antes? Acaso no somos amigas?

‒ Creí que me acostumbraría, que lo asimilaría que se me olvidaría aquel joven… Se llamaba Armand, y es hermoso Anne…es tan hermoso.

‒ te ama a ti el?

‒ si, me ama y yo a el…o al menos nos amabam… ‒ ni la deje termina, estaba todo claro, no entendía por que ella no veía la situación…

Claro que yo en esa época no conocía sufrimiento alguno y mis soluciones eran penosas y mas en aquella situación.

‒ Fugaos Alicia, fugaos y sed felices¡¡¡

‒ Ariadnne…

Volvió a romper en un llanto aun mas intenso y la abrace con fuerza…

‒ el Marques a quien todo le creéis de gran corazón , si …el de las interminables fiestas y gran riqueza, lo mato Anne… LO MATO ¡

Me quede boquiabierta, no me esperaba aquello de Marques y la abrace y lloramos juntas el pesar que era de ambas… odié a su futuro esposo por eso siempre y pensar en la noche de nupcias me retorcía el estomago…

‒ Eres la Julieta sin Romeo…Alicia. Pero no busques la misma solución que ella. Yo estoy aquí, pídeme lo que quieras y te lo daré.

‒ Si? Verdad, seria tan fácil acabar con mi sufrimiento… como lo hizo Julieta, cuando vio a su Romeo tendido muerto. – de repente rio macabramente pero la tristeza se le reflejaba e los ojos ‒ pero yo no puedo ni eso, Anne… mi familia depende de mi, ellos ostentan el poder del Marques, no soy yo nadie para quitárselo por eso lo único que te puedo pedir, es que te quedes comigo Anne, que me ayudes con esta carga y este sufrimiento y quizás algún día pueda olvidar el asesinato que cometió mi futuro esposo y lo pueda llegar a soportar por que el amor no volverá a mi corazón…

Asentí, la abrace y lloramos juntas.

Desde ese día Alice comenzó a volverse un tanto rara, se codeaba con Aristócratas cerrados de mente, se movía por ambientes elevados y nos distanciamos. Yo sabía el por que, no quería ver mi felicidad con Gerard. Y yo la entendí.

Sus padres, era burgueses con un grandísimo capital, eran mas que ricos y casi vendieron a su hija para poder obtener su hueco en la nobleza. Pero pese a la tristeza que reflejaba siempre el rostro de Alice conseguía sacarle alguna sonrisa cuando teníamos tiempo de estar solar y hablar de la literatura de la música y el arte. Pero era triste mirarla, saber que cada noche tenia que soportar el peso del asesino de su corazón , a quien había matado por poseer el encanto de Alicia y es que el poder podía hacer a la gente horrible,,,

Ella me contaba cosas de artistas que parecían magos, con sus contorsiones y su espectáculos de magia y malabares…ella viajaba mucho, se conocía mejor que yo Paris y los barrios de la preciosa ciudad parecía tenerlos dibujados en sus manos.
A veces rondábamos las calles en el carro de caballo cuando mi marido estaba ausente y me enseñaba lugares donde nunca había estado. Paris era hermosa y Alicia estaba en ella, pero también podía se de los mas oscura en ocasiones…

Victor: capitulo 2

El día amaneció radiante, ni una nube que intentara tapar el sol. Si, realmente este pueblo tenia su encanto, pero nunca iba mas allá de los paisajes que se podían contemplar.

Pasaron varios días, hasta que me llego la noticia. Días monótonos y llenos de la incansable rutina.

Sueña el despertador. Lo miro, las 6:00 de la mañana. Derecho al baño, tomaba entre mis manos unos manotazos a agua fría, refrescándome el rostro cansado de la noche y me miraba aun sin secarme en el espejo del lavabo. Tenía el pelo descuidado, una melena corta de color castaño oscuro imposible de dominar, claro que tampoco lo intentaba demasiado. Mis facciones pronunciadas y marcadas, saliente mentón, mandíbula ancha y plagada por la barba incipiente de la mañana, nariz ni grande ni pequeña pero resultona y mis pequeños ojos rasgados casi negros que a mas de uno asustaban si me llegaba a mosquear demasiado.

Tenía una imagen descuidada y mi indumentaria aumentaba este aspecto en mí. Unos vaqueros gastados y un jersey fino ancho y con algunas pelotitas de la mala calidad del tejido y es que no tenia mucho dinero para nada mejor, tampoco era algo que me importara, al fin y al cabo trabajaba en un taller de la ciudad.

Así que después de vestirme y coger un donut de la despensa, me despedía de Chano.

‒ Maldito gandul, nos vemos esta tarde¡¡¡¡ ‒ le gritaba mientras cerraba la puerta del piso de alquiler quedándome aun tiempo para escuchar un gruñido suyo a modo de respuesta. Sonreì, era fácil vivir con tu mejor amigo.

Bajaba saltando las escaleras del portal del bloque. Y me dirigía hacia el coche aparcado unas calles mas abajo sin darme aun cuenta de que todavía el donut seguía en mi mano. Arrancaba mi viejo Nissan y a toda marcha me dirigía a la ciudad mientras ahora si, empezaba con el primer mordisco de mi donut.

Y eso era lo mas interesante, luego en el taller, terminaba el trabajo atrasado, el jefe me pegaba unos cuantos alaridos con los que yo no respondía con mas que un resoplido y algunos pero poco clientes nuevos se quejaban de los grandisisimos precios que teníamos. Arreglo, arreglo, limpiar, comer, arreglo, arreglo, limpiar y a casa.
No había mucho mas de mis mañanas. Luego medio exhausto volvía a coger el coche y sobre las cinco de la tarde llegaba al piso.Y allí como todos los días que me tocaba trabajar, me encontraba a Chano, a veces con una dosis extra de hachis en el cuerpo diciendo tonterías con las que nos reíamos mientras que me tomaba algún aperitivo, otras no había nadie y otras solo una corbata en el pomo de la puerta de su cuarto ( para quien nos sepa esto, es una indicación de que no se debe pasar, significaba que el ‘Señor Chano’ estaba con alguna de sus conquistas) creo que solo se compro la corbata para aquella utilidad…

Luego solía mirar la televisión y salir a pasear un rato por la playa o por el muelle, a veces si no estaba muy cansado salía a nadar, me sentía muy libre cuando recorría el agua utilizando solo mi cuerpo, pero siempre quise tener una embarcación para contemplar las puestas del sol encaramado en el mástil del barco de mis sueños.

Y así solían ser mis días, si no hubiera ocurrido lo que ocurrió no habría puesto mas que la anteriores líneas y un signo de repetición como en las canciones …’’bis’’

Pero aquel Martes pasó algo fuera de lo rutinario. No todos los días moría tu padrastro.

Llegué a mi casa como siempre a eso de las cinco de la tarde. Chano estaba esperándome en el salón, esta vez, no había chicas pululando por el piso, ni olor a hachis en el ambiente y la cara de Chano era todo un poema.

‒ Víctor…‒ me dijo con pausa, mirándome a los ojos. ‒ Ven siéntate, ha pasado algo tío…

Chano nunca hablaba así, tan lento tan pausado, con ese tono tan dramático con el que estaba hablando y me estaba empezado a asustar.

‒ Si le ha pasado algo a Dani, Chano….

‒ No, Víctor… es tu padre ‒ me dijo mirándome con compasión .

Chano siempre le decía a Sabariego ‘mi padre’ y nunca le quise decir que odiaba que dijera eso, que no era mi padre, si no mi padrastro…

‒ Se a puesto enfermo, ¿verdad? ‒ pregunte con un poco mas de clama y quitándome un peso de encima sabiendo que mi hermano estaba a salvo…

‒ No, Víctor, mira… tu padre ha muerto, se ha … se ha suicidado o eso es lo que dice la policía. Lo siento tanto, tío… ‒ me abrazo pero yo no le devolvía el abrazo…

Sabariego muerto… suicidado? Aquel viejo había decidido terminar con su vida… era difícil de creer. Mi padrastro era un hombre ambicioso y sin muchos miramientos… me quede unos instantes al lado de Chano.

‒ Chano… oye, ya esta bien aparta, no seas tan dramático ‒ le dije intentando que me soltara.

Me miro aturdido y seguramente pensado que no había captado bien el mensaje.

‒ No le quise, nunca. Siempre estorbo en mi vida, tío, nunca fue mi padre solo…era el novio de mi madre y el que cuida… bueno cuidaba de mi hermano. ‒ le dije cuando por fin me soltó del abrazo. El siguió mirándome perplejo y era normal pues nunca le había contado nada sobre él.
Chano solo sabia que era mi padrastro y punto y siempre había pensado ‘bien’ si se podía llamar a si de nuestra relación.

‒ Pero Víctor tío… es tu padre

‒ Padrastro… ‒ le corregí ‒ no es que no me duela que halla muerto, al fin y al cabo a todos nos apena la muerte de un conocido, pero Chano de verdad no te preocupes es solo un conocido para mi.

Puso cara de poco entendimiento y me dijo

‒ Vale como quieras, yo solo… ‒ dudo un instante y al fn dijo ‒ pero en fin. Líate algo para fumar ‒ y me reí de su aptitud.

Asentí con la cabeza y pasamos la tarde entre humo y cerveza. Eso era algo que me gustaba de Chano, no era un persona complica, era sencilla y previsible, alocada y tremendamente comprensible. Era un buen tío.

La policía volvió a llamar, la funeraria, todos los pueblerinos dando pésames, la floristería… Se que era cruel pensarlo pero al menos así tendría un par de días de vacaciones en el taller.

No, realmente no me importaba la muerte de Sabariego.

Todo trascurrió con relativa facilidad, no había testamente alguno por lo que sus pertenencias pasaron a mi hermano y a mi, mi hermano se quedaría con mi tío Agus, era un buen hombre aunque todo el pueblo dijera que estaba majara. Podría heredar de mi padrastro su puesto de trabajo en la biblioteca del pueblo, cosa que me pensaría, pues en el taller no ganaba mucho, pero tampoco quería pasar mis días encerrado entre libros en el feísimo edificio con letras doraras ‘’ Casa cultural’’ mañana como tenia mis tres días de permiso del taller arreglaría los asuntos de la defunción, lo del funeral e iría a ver la biblioteca que hacia años que no visitaba.

Pero pese a todos mis quehaceres esa no noche no puede de dejar de pensar en la persona del caserón del acantilado, ahora que tenia tiempo podría ir a ver quien se había trasladado, preguntaría por el pueblo si alguien sabia, pero tenia que saberlo mi mente no dejaba de rondar posibilidades de lo mas descabelladas con las que luchaba por disipar… otra cuestión que rondo mi mente fue el suicidio, si bien no me importaba demasiado su muerte me resultaba extraño que Sabariego se hubiera suicidado, tremendamente extraño, pero mañana seria otro día…

Ariadnne CAP 1

Sentada en el alféizar de la ventana, siempre arropada en las sombras que producían las cortinas volando libremente, observaba una vez más el horizonte, como las aguas del mar engullían a lo que quedaba del sol Y como este, como si de una estùpida venganza se tratase, tiñera a su ejecutor de un tono rojizo al desangrarse en sus brazos.
Ese era mi amanecer…


Me levante con un suspiro de mi ‘trono’, saliendo de mis lúgubres pensamientos, para preparar mi actuación de hoy. Dirigiéndome hacia el fondo del dormitorio, como muchos lo llamarían por el inmueble inútil para mí, me senté en la cama mirando hacia el espejo, colocado justo enfrente de esta. El reflejo no cambiaba ni en lo más mínimo por mucho que mirara. Allí estaba la misma muchacha de siempre, aquella que en el espejo miraba desde hace muchas décadas. Aparentaba unos 21 años, piel pálida sin rubor alguno que dibujara sus mejillas labios gruesos y rojizos sin aparente expresión ojos grandes


Caían sobre sus hombros una melena rubia, perfectamente lisa, logrando un gran contraste con el vestido negro que llevaba ese día. Tenía un aspecto muy poco común para aquella época, tal vez pasado de moda. A si que para no llamar demasiado la atención, cosa que en estos últimos años había sido una irremediable molestia, me hice un discreto recogido cambiando mi vestido de fina seda casimir por un atuendo mucho mas vulgar; Unos pantalones de chándal con una chaqueta a conjunto azul oscuro.

Salí de la habitación recorriendo los oscuros y largos pasillos hasta salir del enorme caserón donde se podía perder la mirada al alzarla y verlo todo gris. El cual hacia menos de un mes había comprado a los descendientes de unos aristócratas… menudos incompetentes.


Abrí la puerta de la entrada sin dificultad, pues aunque esta pesaba para hacer un considerable esfuerzo, ese tipo de cosas no suponían problema para mí desde hace tiempo. Siguiendo el camino de piedra que iba desde la entrada, hasta la verja que delimitaba el terreno de la propiedad, estaba Fedrich, a un hombre corpulento ya entrado en edad. Las canas cubrían la mayor parte de su cabello y las arrugas de la vejez surcaban su rostro moreno. Sus manos trabajadas agarraban firmemente el podador.


Limpiaba con ahínco la mala hierba que había surgido en los arbustos de rosales que bordeaban el camino. Era el servicio fiel, que ciegamente me había seguido a donde quiera que me hubiera trasladado, al igual que su padre, su abuelo y unas cuantas generaciones más. Nunca había hablado mucho con ellos en cada una de sus vidas y tampoco habían tenido inconveniente alguno. A eso se le podía llamar realmente vocación y era insoportablemente admirable. Sabían a quien servían, a que se dedicaba su patrona y sin embargo pese a dormir a unos cuantos metros de mí, nunca mostraron miedo, recelo o preocupación alguna. Siempre toda la familia, como buen servicio que había sido, se había ido encargando perfectamente de sus quehaceres diarios, de lo que debía y no debían de hacer, de cuando estar presentes y de cuando ocultarse. No había mucho más de sus vidas con la mía. Supongo, que por eso habían sobrevivido tantas generaciones con mi desastre. No había sentimiento bueno o malo, si es que se podían catalogar de esa forma, para ellos. Simplemente habían estado… estaba ahí y yo siempre aquí.


Apenas me dirigió una cordial mirada cuando pase por su lado y continuó con su tarea. A pocos metros se encontraba un coche deportivo rojo. Monte y arranque con las llaves aun en el contacto.

Mientras salía de las propiedades, conduciendo el deslumbrante Audi, volví a pensar en el motivo que me había traído hacia este lugar. Había sido un viaje largo el que había hecho desde Italia donde había pasado largo tiempo entre antiguos libros, bibliotecas y curiosos personajes que no merecían la pena recordar. Pero aun así España me gustaba, ya había vivido aquí en tiempos peores cuando la peste asolaba el país, tiempos angustiosos para aquellos sus infelices habitantes. Y aunque solía hacer sol en la aislada península, siempre me había gustado la costa para asentarme. Adoraba el rugir de las olas contra las rocas y el sonido de las gaviotas volando y el olor de la brisa que trasportaba minúsculas gotas de agua salada.


Así que, había escogido el caserón de los De la rosa, antiguos terratenientes de esta zona. Estaba encima de un gran acantilado, que contenía una pequeña cala casi privada, pues dudaba de que alguien tuviera conocimiento de aquel lugar tan escondido y no por eso menos bello. Por lo que realmente me gustaban mis nuevos domicilios, hecho que no sucedía con mucha frecuencia. El pueblo estaba algo alejado, pero no era algo que me incomodara. Más bien todo lo contrario. Seguramente ni se percatarían de que alguien se hubiera trasladado al caserón desabitado. Y tampoco pensaba quedarme tanto como para que lo hicieran…


No pensaba quedarme mucho tiempo. Solo hasta localizar aquello que buscaba, respuestas a miles de preguntas que se habían ido formulando en mi cabeza con el pasar de los interminables años y que me habían dado un motivo, una meta, un objetivo o simplemente algo que hacer para aliviar el cansancio… aquel cansancio de todo cuanto existía pues las vidas que había llevado en soledad eran mas que suficientes para conocer, ver o lo que fuera que se le hubiera antojado a mi cabeza. Había admirado tantos paisajes recorridos, tantos caminos visitados, había tocado tantas texturas con aromas casi transparentes para mis ojos cerrados y sentido tanto…si se podía llamar así.


Me había cansado… cansado como de todo lo que tenía conocimiento, inclusive la vida misma, si es que se podía llamar así, válgase la redundancia. Y era irónico por que no sabía ni como nombrar la clase de existencia que estaba teniendo. Esta era una parte muy humana de mí, la filosofía. El ser humano siempre se ha preguntado acerca de la existencia de su ser, de el motivo de esta, de donde provenía, hacia donde iba y cual era su camino… interminables preguntas sin respuesta.


Quizás no estaba tan alejada de mi parte humana pero estaba segura que después de siglos ya estaba todo perdido, no había ni rastro de aquellas sensaciones que mi cabeza apenas podía recordar. Tan lejanas… Aunque sí en un principio pero con el tiempo se fueron desvaneciendo como bruma sin llegar a darme cuenta realmente de lo que me estaba ocurriendo. Ya no era la misma. Había sido tan diferente en otra época...Intente recordar mas, pero no había nada... Quizás si no hubieran ocurrido las cosas así… si no hubiera sido todo tan complicado ¿Por qué lo hizo tan complicado? Si hubiera habido otra manera, si no hubiera sido tan egoísta, pero no… de todas formas ya no recordaba muy bien que sentía entonces. Podría haber sido diferente pero no lo fue.


Ahora no había más que pensar sobre ese tema. No. Solo había vacío e interrogantes absurdos y me hacia daño intentar recordar, hasta de eso también estaba cansada. Del dolor… y era esa curiosa palabra para mi, que era el dolor para alguien como yo… ¿Acaso yo misma no lo provocaba? y peor… ¿acaso no lo saboreaba? Pero si. El dolor estaba ahí, muy dentro y muy débil, pero no se borraba, nunca se borraría, ni aunque viviera eternamente y probablemente a si seria.

Había llegado.





--- otro capitulo? Creeis que seria conveniente???

Estaba delante de la puerta principal de mi destino. (‘‘CASA CULTURAL’’ ponía en el
encabezado de la ancha puerta de madera antigua y roída causa obvia de un ayuntamiento poco colaborador). El edificio de dos plantas no era muy grande, típico de un pequeño pueblo costero. Entré y automáticamente un hombre de pelo canoso me recorrió con la mirada.


Ya estaba acostumbrada a eso, forastera y de aspecto poco común, puede que por el llamativo color de mi pelo o el “extraño” color de mis ojos y por que no decirlo, era hermosa y atractiva a la vista. Por lo que por norma general no solía conseguir pasar desapercibida y menos aun cuando la población no era mucha. Pensé por un momento ir directa al grano, preguntarle por mi búsqueda, algunos libros que tenía apuntados en la cabeza y algunos documentos de hemeroteca.


Tenía el típico aspecto de bibliotecario pero pensé que mi búsqueda lo extrañaría aun más y despertaría su vulgar curiosidad. Así que decidí sumergirme en las estanterías, apelotonadas y mal organizadas, cubiertas de polvo. Noté varias miradas mas, clavándose en mi, dos mujeres parloteando y una pandilla de chicos que hacían un trabajo de universidad. No solo despertaba atención entre los hombres, las mujeres también me solían mirar con un aire celoso y analista, que me parecía de lo más estùpido. No había mucha mas gente, por lo que mi llegada causo mas expectación de lo que yo intuía, y eso me incomodaba, mas que me incomodaba me hacia sentir ansiosa, era tan fácil quedarme sola en unos minutos… pero no tenia sed, la pasada noche había visitado el hospital.


Cuan triste era mi situación, como me había cansado también del dolor ajeno, de buscar ese latido armonioso que me hacia sacar los dientes. Ahora cuando sentía sed me limitaba a colarme sigilosamente en algún hospital y llevarme algunas donaciones de 0+. Llevaba tantas épocas alimentándome de dolor, que se me fue haciendo insoportablemente rutinario. Sentir, escoger, beber… durante décadas. Pero no había solución alguna para aquello. Cuando te resistes a tu naturaleza, esta se vuelve contra ti, y cuando por mucha sed que tuviera, no salía en busca de sustento, todo se volvía negro y rojo y la conciencia dejaba paso a la semiinconsciencia.


Aleje esto de mi mente pues incluso nada mas pensarlo me recorría una sensación de ahogo e impotencia ante mi situación por lo que había decidido no plantearme mucho aquello… Era yo la victima entonces.


No me concentraba, pues me costaba ignorar los susurros perfectamente audibles desde mi llegada y acabé dirigiéndome al hombre de pelo canoso, que para mi frustración, seguía mis pasos con la mirada desde detrás de sus lentes. Tendría unos cincuenta años, vestía camisa a rayas y unos chinos no muy bien planchados, seguro no tenía quien lo hiciera, pues parecía torpe incluso como humano. Viudo con seguridad, pues conservaba el anillo y unos sentimientos propios de la situación. Lo que le hacia aun peor que me mirara de aquella manera. Hacia algún tiempo que no hablaba con nadie, aun mas en castellano, así que escogí cuidadosamente mis palabras pareciendo lo mas agradable y cordial posible sin dirigirle directamente a mi búsqueda.

‒ Disculpe…Señor Sabadiego – había una pequeña etiqueta colocada en la camisa donde lo indicaba ‒ pero me preguntaba si me podría ayudar a encontrar alguna sección relacionada con las ciencias ocultas.

Quizá mi voz sonó demasiado agradable o cordial, ya que tardó al menos tres segundos en reaccionar. Yo ya sabía el efecto que producía ante un hombre, esas también fueron mis cualidades antes de ser lo que ahora era. A si que esperé pacientemente que hablara.

‒ Emm… ¿es usted la supervisora del material? ‒ me preguntó cautelosamente, reaccionando al fin, con esa curiosidad con la que pecaba de chismoso. Tenía un acento pueblerino y hallaba más de una intención en sus palabras. Tenía un empleo poco estable.

‒ No

‒ ¿Investigadora? – otra vez lo volvió hacer, de nuevo

‒ No Señor, no. ¿Puede ayudarme entonces? ‒ Casi le gruñí, impacientándome y esperando que se diera cuenta.

‒ Disculpa joven, pero no suelen venir muchas forasteras en esta época del año, por favor sígame…

Le seguí, sin comentar nada al respecto, intentando que tan solo hiciera lo que le había pedido pero continuo, mientras bajábamos por unas escaleras de caracol situadas en una de las esquinas del fondo de la planta

‒ No quería ser cotilla, pero entienda que esta zona aun no la hemos abierto a la gente y quería asegurarme de que no era la supervisora del ayuntamiento , ya sabe política... – y se río de su elocuencia.

Si hubiera sabido lo que estaba pensando en hacerle en ese mismo momento no se hubiera reído lo mas mínimo. Su cuello. Pero aquel cansino siguió con su parloteo.

– Hace años que no viene por aquí nadie de fuera, este es un pueblo tranquilo donde no
hay mucha actividad, no creo que encuentre mucho, como ve disponemos de recursos limitados… ‒ y siguió hablando. – Pero será un placer ayudar a una jovencita tan guapa como tú… ‒ otro estùpido más.


Me limite a no escucharle demasiado y volverme hacia mis adentros, pensando en que me centraría, esta no era la típica biblioteca donde estaba todo archivado y perfectamente clasificado, seguramente tardaría en dar con aquel, aquellos libros, documentos o lo que fuesen. El viejo tenia razón, no encontraría nada, en un pueblucho como este, ya estaba deseando irme y apenas llevaba un par de semanas instalada aquí.


Siempre había odiado los lugares pequeños, hay poca gente y todos son tan curiosos, tan husmeadores. Y yo era el acontecimiento perfecto, no me extrañaría que alguien se me acercara a preguntarme alguna estupidez o a invitarme a algún evento o fiesta pueblerina.

Al fin terminamos de bajar las sinuosas escaleras, al paso lento y torpe del hombre. Llegamos a una estancia oscura de ladrillo que mas bien hubiera parecido una prisión de castillo que el sótano de una casa cultural. Olía a húmedo y a viejo, se esparcían por la sala unas seis estanterías colocadas a cada lado de un escritorio con una lámpara de gasolina, que podía a ver sido perfectamente de mi época. Libros colocados muy a la ligera sn orden ninguno y muchos de ellos desgajazos y corrompidos por la humedad.


Cualquiera hubiera dicho que era un sitio ideal para mi, si hubiera conocido mi naturaleza, pero mis gustos eran algo diferentes y me desagrado la idea de tener que pasar allí varias semanas catalogando y haciendo el trabajo del inútil y perezoso hombre para encontrar aquellos documentos, (si es que había algo allí que encontrar a parte de suciedad y abandono)


El viejo pareció darse cuenta de mi expresión, una mezcla de asco y desprecio, por que dijo enseguida:

‒ le dije que posiblemente no encontraría nada aquí, es lo único que puedo ofrecerle, lo mas parecido a lo que busca es lo que esta aquí abajo, todo está patas arriba , el presupuesto no alcanza para contratar un ayudante y yo estoy ya mayor para andar subiendo y bajando escaleras ‒ intento excusarse nerviosamente.

De nuevo hablaba demasiado y me estaba poniendo histérica.

– Si quieres puedo buscarte referencias y solicitar a alguna otra biblioteca, quizás en Internet…

‒ No – le corte secamente, no soportaba seguir oyéndole hablar de forma tan lastimera tan débil, me repugnaba. ¿Acaso ese desgraciado pensaba que había venido hasta este insignificante lugar para buscar en la red, pedir referencia o escuchar su arrugada voz?

‒ puede marcharse, ya no le necesito. –le respondí bruscamente.


El viejo pareció ofenderse por un momento y añadió antes de marcharse – cerramos dentro de una hora pero si quieres puedes quedarte el tiempo que quieras, no cerraré con llave. – y diciendo esto encendió aparatosamente la lámpara de gasolina y se marchó.

Suspire y mirando las estanterías con desolación. ¿Por donde iba a empezar? Irónico ya que tenía todo el tiempo del mundo y nada mejor que hacer para dedicarme a mi tarea. Pero desde que me conocía me había caracterizado por mi impaciencia. Así cogi un montón de libros al azar y me senté en el escritorio, dispuesta a devorarlos uno por uno, a la luz de la tenue lámpara.

Hojee un par de libros de ‘brujas’ llenos de hechizos de amor y demás tonterías para adolescentes sin ocupaciones. Continúe con algo mas interesante ‘El Conde de Montecristo’ del cual leí bastante aunque no entraba dentro de mi ámbito, algunos libros fantásticos de espíritus y hadas…¿era esto lo que el viejo me había dado por ciencias ocultas? Seria más bien la sección de fantasía infantil. No encontraba nada.

Pasaron varias horas desde que el viejo se marchó. Tenia que irme antes del amanecer, el sol saldría pronto y aunque estaba bajo cubierta no me gustaba ponerme en situaciones difíciles ¿Qué pensaría de encontrarme allí? ¿Qué había madrugado? No lo creo, mas bien que era una sicótica y mas un de la manera en que le había hablado. Después de tanto aun me costaba reprimir mi deprecio por toda la creación, las nauseas siempre llenaban mi boca.

No tenia necesidad de tantas complicaciones y aunque me molestaba representar mi papel de mortal, (ya que esto hacia que todo fuera mas lentamente de los que mis ansían quería) – poner esto entre paréntesis** -, me decidí, a marcharme cuando apenas quedaba una media hora para que el sol despertara.

Conducía a toda prisa hacia el caserón. Estaba enrabietada, no había ni rastro de mi búsqueda. Pisé el acelerador bruscamente y el indicador de velocidad subió a los 160 Km. /h.

Documentos inútiles y sin una catalogación eficiente, que retardaría aun más mi partida de este pueblucho. Sabia que no iba a llegar y pegar, pero todo aquel desorden me causaba demasiada ansiedad…aceleraban mis deseos de alimentarme, seguramente la siguiente noche tendría que darme una vuelta por la arboleda o ver como andaba el hospital, por que era dudoso que encontrara algún latido interesante.

Ahora ya era tarde para mí, el cielo comenzaba a cambiar su oscuro fondo nocturno por una tímida claridad y era preciosa…Y por eso insoportable. Nunca me hubiera cansado del Sol, del azul celeste del cielo de verano despejado, del aroma calido y del calor de la luz en mi rostro… del brillo de la hierba, tan alegre, tan viva, tan juguetona. Como me hubiera reído de las nubes al intentar tapar la luz del sol. Eran tan absurdas como la humanidad, que digo… como todo lo pensante y seguramente ahí me incluía yo. Pues ni siquiera tenia mucho sentido el odio y en enfado con el mundo que tenía desde hacia tanto tiempo, por existir y permanecer tan lentamente cambiante.

No entré directamente a la casa, dejé el coche casi al final el empedrado camino, rodeando esta me dirigí hacia el mismo borde del acantilado que la sostenía, un saliente pequeño y desocupado de edificación por su inestabilidad.

Miré el paisaje que se extendía ante mis ojos. Era nuevo si, pero no lo suficiente.

A mi derecha se veían las sombras que dibujaban el acantilado contiguo y sobre él, los resto de un antiguo faro un tanto derruido pero que conservaba casi milagrosamente su forma, que apenas se distinguía con ojos humanos. Una cala hacia de intermediaria entre las dos masas de escarpadas y afiladas rocas que el mar bramaba por destruir. Que inocente fui cuando solo era una niña, pensando que el mar solo deseaba unirse a la roca y que esta la alejaba y la volvía a atraer solo para hacerlo sufrir y jugar cruelmente con el. Al otro lado de mi posición, una playa de arena fina donde el mar parecía reposar mas tranquilamente. El dorado polvo apaciguaba la furia que antes tenía con las rocas, bailando en un vaivén mucho más lento y sedante, susurrándole algún secreto quizá. Y mientras tanto el cielo que acompañaba semejantes escenas se coloreaba con una amplia gama de colores azulados que repercutían en el océano extenso.

Entonces amenazaron los primeros rayos del sol, que me volvieron a mi oscura realidad.

Giré, apresurándome a entrar. Trepé por la enredadera, que cubría toda la parte Norte de la casa hasta llegar al bordillo que unía mi posición con el alfeizar de la ventana del dormitorio. Eché una ojeada más al incipiente amanecer y despertó el sol extendiendo sus rayos como desperezándose y provocándome una dolorosa ceguera.

Lleva tanto tiempo negándose a permitirme presenciarlo en su esplendor… pero siempre lo volvía a intentar, inútilmente como el niño que desespera una y otra vez por no poder coger el pájaro que vuela ante sus narices aun sabiendo que corre el riesgo de caerse en su intento.

Me introduje en la habitación y tras de mí, corrí las opacas cortinas, sin volver la vista atrás. Odiaba mi anochecer.

Salí del cuarto esta vez por la puerta y bajé las escaleras. Algo antes de llegar al salón principal, el olor me percato de que la cena estaba servida.

‒ La cena está servida, Señora ‒ me recibió Fedrich con su gesto siempre amable.

Y se retiró dejándome ver la gran mesa central, decorada y preparada con exquisito gusto. Bocados realmente deliciosos para aquellos que los apreciaran. Claro que esa no era yo. Langosta, un apetecible acompañamiento de menestra, varios entremeses… todo aquello colocado en la elaborada y delicada porcelana francesa, recuerdo imperecedero de mi inolvidable madre, como regalo de bodas.

Fedrich hacia aquello todas las noches desde que suplanto a su padre cuando este murió a causa de una enfermedad tropical en alguno de mis viajes. Creo fielmente que aquello lo marco de por vida, aunque este ya tenia una edad avanzada para su independencia tanto física como psicológica. Había sido un buen hijo tanto como padre había sido su antecesor.

Yo sabia de antemano que nunca dudó de mi condición y por ello nunca le contradije ante la chistosa idea de hacerme la cena. Nunca otra comida del día, siempre la cena. Y esta siempre había sido espectacular. Y nunca había probado bocado de ella.

Todo aquello era casi un ritual.

Me senté pesadamente en el extremo de la larga mesa donde estaban mis cubiertos pulcramente colocados y miré el fuego de la chimenea como quemaba poco a poco el carbón hacia ya rato prendido. Las llamas bailaban y se reflejan en la brillante y pulida cubertería de plata. Esta había sido también un regalo de bodas, a juego con el de mi madre, de mi añorada Alicia. En este detalle se podía ver lo bien que se habían llevado ambas y como cuidadosamente habían sabido escogerlos para trasmitir su afecto la una a la otra. Eran recuerdos agradables y placenteros enredados uno del otro, si no se pensaba en la situación actual y como se había llegado hasta ella.

Rondaba el año 9999, yo tenía 16 años y estaba ensimismada jugueteando con mi pelo recién arreglado, en un vistoso recogido, que me había hecho mi madre, la Condesa de (nombre francés)

Alicia nos contemplaba y sonreía. Aun podía recordarla detrás de nosotras reflejada en el espejo de la cómoda, comentando con mi madre lo bello que lucia mi cabello.

No era para menos, esa noche era mi fiesta de compromiso. La velada transcurriría en la gran casa de mi padre en el norte de España pero para mi desgracia el no estaba allí para verlo… Me iba a casar, el sueño de toda mujer en aquella época, tenia un bonito vestido azul cielo, a juego con mis ojos, de sofisticados encajes el cual le había costado mucho sacrificio conseguir a mi madre ya que mi padre había muerto hacia años dejándonos casi en la ruina y entonces por fortuna para nosotras dos, apareció un aristócrata viudo que encapricho de mí y yo tenia una sobrada edad para casarme.

Como me alegró cuando mi madre me contó esto, no cabía en gozo. No importaba como fuese, ni que le gustara, ni como fueran sus ropajes. Yo sabría ser una buena esposa y aprendería a amarlo pronto. Seria condesa y él mi conde. Le daría descendencia sana y fuerte para que nuestro linaje continuara. Que escupidas ideas tenía por aquellos entonces, como había cambiado…

Pero era tan feliz, que todavía aun conservo mas marcas de la sonrisa imborrable que había permanecido en mi rostro por todo aquellos años. Seria la gran condesa que mi padre antes de dejarnos me prometía, con aquellos inolvidables besos de buenas noches. (Bonne Nuit mon. petit condese) siempre. Todas las noches e incluso cuando no estaba y nos quedábamos mi madre y yo en la mansión de Paris, me mandaba una carta que hacia leerme a mi madre. Aprendí rápido a leer sus cariñosas cartas en español.

Y a si exactamente fue. ¡Que digo así! fue mucho mejor de cómo me lo hubiera imaginado. Cuando aquel día, que también recordaba, bajamos Alicia, mi madre y yo por las escaleras, una vez yo dispuesta para la ocasión, lo vi. Justo antes de terminar de bajarlas, me quedé petrificada, pues no me imaginaba a sí a mi futuro esposo.

Tenía los ojos azules y una melena castaña clara recogida en la nuca con un lazo negro. En su rostro perfectamente maquillado al mas puro estilo francés, destacaba un mentón pronunciado y unos maxilares fuertes y cuadrados que le dotaban de una apariencia aun mas varonil. Que maravilloso conjunto hacia con su bien formado cuerpo que tan bien vestía con la moda mas exclusiva de toda Francia.

Y allí de pie, con su gran semblante me miraba y pude denotar la expresión de gusto en sus ojos. Alicia tuvo que darme un leve empujón para sacarme de mi grato asombro y hacerme bajar las escaleras bajo las miradas, que yo no había notado por el embelesamiento, del resto de invitados. Esto me hizo ruborizarme y mostrar una media sonrisa de nerviosismo.

Mi madre con su solemne majestuosidad que yo tanto admiraba se acercó a la familia De la rosa, (apellido que yo cambiaria gustosamente en breve) y me presentó a mis futuros suegros y cuñados. Que gustosa estaba yo de oír sus palabras de elogio a mi belleza pero no tanto, como de contemplar discretamente de vez en cuando el rostro de mi Conde.

Alicia y yo nos dedicamos una mirada de complicidad, pero pude avistar en ella un leve aire de celos o envidia por la suerte de mi destino, ella tampoco esperaba aquel galán. Charlaron nuestras familias mientras, el y yo comenzamos a hablar, de una forma un poco torpe por mi parte pues el ya había pasado una vez por esto y sabia llevar la conversación por su cauce.

Me limitaba, en la mayoría de las ocasiones, a oírle hablar aunque en realidad solo lo oía por que mi oído estaba obtuso a causa de la impresión que no se me acababa de pasar. Realmente era feliz, no solo me iba a casar, si no que seria con un hombre apuesto, rico, y excepcionalmente guapo.

Era la envidia de toda mujer y eso me llenaba de orgullo y de supremacía ante el resto, estaba emborrachada de ello. Claro que, era joven y conformista y nunca había sabido valorar cosas más cotidianas… Ahora sabía la importancia y la jerarquía de mi propia felicidad.

Claro que lo que Alicia nunca supo, que incluso ella ya muerta, yo la envidiaría toda mi existencia por la sencillez de su vida.

Otra vez mis añorados recuerdos pasaban a mostrarme, cual era mi realidad. ¡Ojala no pudiera pensar en estas aflicciones de mi existencia ¡Solo quería no darme cuenta de ella, engañarme a mi misma y ver un lado positivo a mi estado. Pensar y solo pensar como lo hacia un animal. Odiaba mi humanidad y mi memoria que me hacía pasar tan malos ratos de angustia y sufrimiento. ¿Es que acaso no era suficiente con tener que experimentarlo que también debía, recordar a cada paso que daba, todos los largos años que había pasado tal y como era ahora?

Asqueada tire del mantel borrando los recuerdos momentáneamente, provocando un estropicio en todo el salón, platos rotos, el mantel rajado, los manjares esparcidos por la sala manchando incluso el chándal que vestía. Me llevé las manos a la cabeza e intenté llorar. Sacar todo lo que tenía dentro de mí y hundirme en la depresión mas profunda si es que no lo estaba ya. Me hubiera gustado drogarme o emborracharme como hacían los mortales para olvidar, para pasar, como se excusaban ellos. Distorsionar mi mente y quizás no fuera tan horrible.

Subí en un segundo al dormitorio y me senté en una esquina balanceándome presa de un ataque de ansiedad y nerviosismo.

‒ Mama… mama… Alicia… ¿donde estáis? Siento haberlas dejado… Estoy tan sola.‒ repetía frenéticamente entre sollozos ahogados, clamando el nombre de mis ángeles.

‒ Lo siento…‒ no podía parar… ‒ lo siento… ¿Por que no venís a por mi? ¿No me oís? ¿Es que acaso ya no me queréis? ‒ Sollozaba sin remedio.

Desesperaba. La angustia crecía como lo hacían mis palabras. La oscuridad se cernía abusando de mí. Palabras sin mucho sentido dejaba a mis labios pronunciar en un auto-consuelo que no llegaba.

Palabras que se repetían en mi mente llegándome a quemar por dentro, haciéndome sentir la mas drástica presión en el pecho que parecía hundirse, aplastándome el mismísimo corazón.

Victor: capitulo 1

Mi nombre es Víctor Cullel o al menos ese fue el nombre que mis padres me pusieron al nacer, en un pequeño pueblo costero de Tarragona en la comunidad Catalana de España. Y nunca me he movido de hay hasta ahora, esperando a que ella volviera durante mas de ocho años…
Pero eso es algo que contare mas adelante cuando la historia lo requiera. Es complicada y llena de confusión y mucho más para vosotros a los que nosotros llamamos mortales, a veces con cariño o otras con desprecio…

Muchos a lo largo de vuestra os preguntareis que por que alguien como yo, cuenta esta historia prohibida de narrar, pues para lo que desconozcáis el ‘’mito’’ se nos esta prohibido desvelarnos ante nuestro enemigo… Si, vosotros sois mis enemigos, débiles en unidad pero tremendamente poderosos en conjunto. Pero parece que esta es la época de la ficción y de la fantasía y nadie en sus cabales pensaría por un momento la posibilidad de la veracidad de mi historia, pero se que algunos buscáis repuesta en cuanto a nosotros, se que el morbo y la curiosidad os engancha y se también que debo sacar todo lo que llevo dentro pues de lo contrario siento que no seguiré soportando mi corta existencia y quizás algún día ella lea esto, quizás algún día comprenda mis verdaderos sentimientos, por que es algo que todo ser racional tiene por monstruosos que puedan llegar a ser, y a si tal vez se apiade de mi, de mi soledad y de mi desesperación y solo quizá vuelva a mi…

Yo tenía 24 años cuando todo empezó. Ya dije que vivía en un pueblo costero, pues bien, este lugar me asfixiaba y me mataba por dentro, solo el frescor de la mañana y las zambullidas en el mar en al amanecer me hacia sentirme un poco mas vivo y soportar la pesadez de la vulgar vida que llevaba. Siempre tuve en mi interior aspiraciones insulsas de grandeza, de libertad y de experiencia.
Vivía en un apartamento con el mejor tío que creía conocer, Chano era el personaje mas curioso y loco que nunca había conocido u no le importaba vivir entre basura, en un pisucho a las afueras del pueblo donde si hubiera habido barrios hubiera sido uno bastante marginal. A el no le importaba todo aquello, solo saboreaba el día a día se inventaba nuevos retos imaginarios en su mente y tocaba la batería todo volumen atormentando a los vecino… savia ser feliz. En cambio yo nunca pude ver la vida con esa positividad, nunca supe apreciar lo que tenía hasta que lo perdí... Pero claro eso es algo que a las personas nos sucede con frecuencia y digo personas por que se que lo soy, y que nunca he dejado de serlo... pero también este es otro dilema que a veces me consume en mi soledad.

En cuanto a mi familia, es también una historia larga de contar que intentare resumiros para que no os aburráis pues se que os interesa ir directos al grano y que no es muy espectacular. Bien, mi madre murió cuando yo solo tenia ocho años, justo la edad que tenia mi hermano cuando todo cambio. Un accidente de coche camino a Madrid acabo con su vida, un final trágico pero a la vez muy común hoy en día. Por aquel entonces ella estaba casada con un hombre mas mayor que ella, no era mi padre por supuesto, el hombre era un funcionario del estado que trabajaba en la biblioteca del pueblo, bueno eso de trabajar era bastante relativo pues siempre había sido poco trabajador, muy huraño y arisco con quien le convenía.
Mi padre murió cuando mi hermano acababa de nacer, Dani nunca tubo el placer de conocerlo pero incluso a mi m cuesta recordar su rostro a veces si no tenia esa foto debajo de mi almohada con la imagen de la familia que un día fuimos…
Ahora solo quedaba yo.

La primera vez que la ví, era un Sábado de madrugada, no tenia que ir al taller a si que aproveche el tiempo para hacer lo que mejor me hacia sentir… Saltar de los acantilados, nadar, pasear por los recovecos de las piedras e ir puerto de la ciudad a ver sus gente a veces con la compañía del atrevido Chano.

Había poca claridad en el cielo y el sol todavía no asomaba, solo avisaba de su despertar. Era un amanecer perfecto, no había ninguna nube en el cielo y los colores de este eran asombrosos, nunca me cansaba de mirarlos. Deje el viejo coche al que tanto detestaba en el descampado antes de llegar al filo del acantilado el cual no era muy grande y no resultaba muy peligroso saltar, pero he de admitir que me gustaba el peligro y la adrenalina.

Me quite la camiseta de manga corta blanca que llevaba y me deje el bañador que siempre solía llevar en verano a modo de pantalones… me descalce las chanclas baratas del mercado y me aproxime al filo del acantilado. Con alguna dificultad baje hasta un saliente mas abajo y respire hondo la brisa del mar en la cara y el aroma inconfundible del amanecer.

El mar se extendía ante mi y a los lados solo el altísimo acantilado de la Rosa y su pequeña cala inconfundible de fina arena blanca. Al otro lado mas roca, masa de roca inmovible y poderosa que a veces me hacia sentir pequeño.

Retrocedí unos pasos atrás y cogi corrí hacia el filo tomando impulso con mi ultima zancada y sentí el aire en mis rostro, la velocidad en mi estomago y en mis venas y la adrenalina… y por ultimo el refrescante y azul mar cubriendo todo mi cuerpo desde la cabeza hasta los pies. Bucee un poco y salí a tomar aire a superficie, y mire desde el agua mi trampolín y luego mis vista se dirigió hacia el caserón viejo. Un caserón que siempre había estado allí. cAundo era pequeño mi madre solía contarme viejas leyendas para que me asustara y los fantasmas me quitaran las ideas de explorador del lugar. Era una gran construcción peligrosamente cerca del filo del grandísimo acantilado, tenia una posición grandisima, y las paredes cubierta por la yedra hacían ver el estado de abandono en la que estaba, pero esta conservaba sus hermosura, los balcones todavía tenia cortinas danzando en el viento y..

Me detuve en la ventana mas orientada al mar abierto, no eran solo cortinas lo que asomaba con el vaivén del aire unos cabellos rubios también lo hacia y que sorpresa la mía cuando una tela oscura acompañaba. Por un momento deje de mover los pies y las olas casi me hunden pero cuando volví a mirar allí ya no había nadie.
De quien seria aquel fantasmal cabello y sus vestiduras oscuras? El sol había aparecido por fin y yo empezaba a tener frío a si que nade hasta la cala y emprendí la marcha para subir a lo alto del acantilado en el descampado donde tenia el coche.

Pero mis pensamientos estaban más interesados en aquella extraña visión que en mi ritual de contemplar el paisaje. El caserón hacia décadas que no estaba habitado, se sabia que pertenecía a unos nobles demasiados ocupados en sus negocios de la capital para darle importancia a aquellas tierras…quien era entonces la persona de la ventana?

Mi primera historia aun sin titulo fijo: Ariadnne&Victor

Esta es la primera historia que empeze a escribir y la que mas tiempo me esta llebando, cada vez seme complica mas.
Trata de Ariadnne y Victor, solo puedo decir eso y obviamente que trata de vampiros.. es mejor leerla pues hacerle una sinopsis sin haberla terminado me resuelta imposible.
Son dos historias que escribo paralelamente ya que me parecio importante los puntos de vista.
Victor os contara la historia como si fuerais vostros su mas fiel confidente y ARiadnne lo hara mas pasivamente, como si ella se lo contara a si misma.
ME dareis muchos la razon cuando hallais leido un poco de ambos que Victor es mucho mas entretendi y facil de leer pero creedme que Ariadnne tampoco tiene desperdicio.

Espero disfrutesi y ya me contareis.
Gracias por leerme.